Presentación
No
resulta complicado imaginar por qué este animal, la lechuza (clasificación
científica: Tyto alba), produce cierta fascinación en la gente, y mucho más,
dado que es objeto de estudio filosófico, en los sabios: ave nocturna, serena y
observadora, cuyos atributos intelectuales vienen heredados de las cualidades
asociadas a Atenea (griegos), Mnerva (etruscos), Minerva (romanos), Neit y
Bastet (egipcios), Lilith (mesopotamia), todas ellas diosas de la sabiduría, la
estrategia y la guerra justa, la mayoría nacidas de la cabeza de sus dioses
padres. [Hefesto, dios del fuego -Vulcano en la mitología romana- abrió la
cabeza de Zeus -idem Júpiter- con su hacha minoica de doble hoja, el labrys, y
Atenea (Minerva latina) saltó de la cabeza completamente adulta, ya equipada
con las respectivas armas de guerra adornando el escultural y vaporoso cuerpo
de diosa, su potencial intelectual y guerrero y el numen de un poder misterioso
y fascinador.]
Los hombres mantienen con las lechuzas, infinidad
de veces travestida en búho, distintas formas de religación. Incluso se ha dado
el caso de autores que han mantenido relaciones numinosas con lechuzas. Hablan
y escriben sobre ellas, les atribuyen vicios y virtudes, las toman como ejemplo
e incluso las convierten en arquetipo y modelo. Hasta las dibujan y transforman
en símbolo, marca o estandarte, bajo cuya imagen buscan amparo. Por sus
cualidades físicas, no es de extrañar que hoy empresas multinacionales utilicen
la figura de las lechuzas como logo.
Pero las lechuzas siempre ignorarán aquello que
los hombres fabulan, elucubran y les atribuyen. Los intelectuales, sabios,
filósofos, creadores de ficción y otros muchos letrados y artistas en general,
desde tiempos inmemoriales elaboran escritos, pinturas o esculturas para
abanderarse con ellas. Tan profundamente ha calado la imagen del rapaz en estos
eruditos que sus ojos observadores no dejan de ver la representación del ave carroñera en todas
partes.
Para el reducido grupo de los abogados, por
ejemplo, la lechuza representa a la sabiduría en el reino animal, es un ave que
vela estudiando y analizando su entorno; por eso los Anillos de Graduación de la Carrera de Derecho pueden
llevar su dibujo significando toda la sabiduría milenaria. En efecto, la
lechuza es la imagen representativa de un abogado litigador, del juez y de las
facultades de derecho. ¿Por qué? Porque la grandeza de sus ojos, la mirada fija
con la que parece inquirirlo todo, los movimientos giratorios de cabeza,
despaciosos cautelosos y casi maquinales, les recuerda a un sabio. De su cabeza
rematada en picos de plumas, se toman por símbolo la cautela y la discreción,
cuando no la prudencia y la sabiduría.
Pero hay mucho más, lo que puede resultar aún más
antojadizo de acuerdo a la búsqueda de símbolos de cada estudioso. También se
puede asociar los mitos históricos de la lechuza a los imperios que de algún
modo han ejercido el poder de domino del mundo. El resultado de esa búsqueda es
que la imagen del búho (lechuza), en cualquiera de sus variantes simbólicas,
siempre está posado donde se encuentra el liderazgo mundial, en el territorio
de la potencia dominante del planeta. Hoy está sobre el Capitolio de
Washington, pero los expertos creen que ya está levantando el vuelo y que
pronto se instalará en la plaza de Tian'an Men, en Beijing, cuando China se
convierta en el país más poderoso del mundo. Los expertos saben que el Búho de
Minerva (que en realidad es una lechuza) se mueve como el sol, siempre desde
Oriente hacia Occidente. Hace milenios estuvo ya en China, cuando las viejas
dinastías dominaron el mundo, pero más tarde se desplazó hasta Oriente Medio y
se posó en Egipto, Media y Persia. Después se posó sobre Grecia, sobrevolando
Atenas, Esparta y Macedonia. De allí pasó a Roma, siempre siguiendo el rumbo
del sol, y se mantuvo en la capital del Lacio durante más de siete siglos.
Cuando cayó el Imperio Romano, el búho revoleteó muy rápido por Europa, en
busca de un poder estable, hasta que se posó en los imperios de Carlomagno,
España, Francia e Inglaterra. En la II Guerra Mundial, luego de sobrevolar un
tiempito sobre Alemania, donde holgó un tanto sorprendida sobre uno de los
brazos de la svástica, confundida, sin duda, por no encontrar la rama de su
olivo, el búho voló hasta Washington, donde lleva más de medio siglo reposando
sobre el Capitolio, presidiendo la hegemonía mundial y contemplando desde lejos
la Casa Blanca.
También
se puede observar la figura de la lechuza en sociedades místicas y secretas, en
los amuletos de los amantes del esoterismo y la magia, oculta en los billetes
de un dólar, transparente en la diagramación arquitectónica del Capitolio
(desde cierta altura se puede ver claramente la silueta de la lechuza dando
forma a la estructura), y entre muchas más, como símbolo de la sabiduría, es
decir, de la Filosofía.
Esta ciencia, la madre de todas las demás,
envuelve en su seno una gama de vertientes especulativas en las que, de una u
otra manera, siempre está presente la figura del ave. La Historia , la Política , la Psicología y la Literatura , entre
otras, son objetos de estudio en campos científicos de materia abstracta que
pugnan constantemente por erigirse como tal dentro del corpus legitimado y
canonizado.
La expresión latina, "Primum vivere, deinde
philosophari" significa: Primero vivir, después filosofar. De este modo,
la filosofía es vista, por los filósofos de todos los tiempos, como reflexión
sobre la realidad vivida, como actividad que se realiza después de adentrarse
en los hechos. Ahora bien, el filósofo realiza su trabajo de acuerdo a su punto
de vista, de acuerdo a cómo entiende los hechos y de acuerdo a cómo utiliza los
símbolos de su cultura. Poco podemos añadir sobre este asunto, sólo que
comprender lo que es, ésa es la tarea de la filosofía.
Añadiremos ahora lo más importante para nosotros.
El filósofo, cuando no sigue las reglas académicas de esa materia, se convierte
en creador de ficciones. Cuando anticipa lo que va a acontecer en el mundo,
deja de ser filósofo para convertirse en cuentista. ¿Por qué? Porque sería
insensato para el filósofo creer que su trabajo puede anticiparse al mundo
presente. Cuanto quiera explicar con la palabra acerca de lo que ha de ser el
mundo, siempre llegará demasiado tarde.
Pensar sobre el mundo surge en el tiempo, después
de que la realidad ha cumplido su proceso de formación y se halla realizada.
Ésa es tarea del filósofo. El cuentista, en cambio, tomemos el caso del sofista
Asimov, inventa un mundo posible sobre el que después se puede filosofar. Lo
que nos cuenta no ha ocurrido, y quizás nunca ocurrirá, pero aporta datos
imaginarios, que es la materia prima del filósofo, sobre la que podrá especular
a su antojo para comprender la conducta del hombre. De este modo, el filósofo
puede explicar una teoría a través de un mito, que es un relato de ficción
elaborado por la imaginación. El mito de la caverna, por ejemplo, es una explicación alegórica,
realizada por Platón en el VII libro de La República , de la situación en que se encuentra el
ser humano respecto del conocimiento. A través de una ficción el filósofo
explica su teoría de la existencia de dos mundos: el mundo sensible (conocido a
través de los sentidos) y el mundo de las ideas (solo alcanzable mediante la
razón). Este tipo de alegoría, en la que Platón pone de manifiesto cómo los
humanos podemos engañarnos a nosotros mismos o forzados por poderes fácticos,
es repetida durante la historia por muchos filósofos u otros autores, como el
libro Un mundo feliz (Huxley, 1932) o la película Matrix (especialmente la
primera). El mito, haciendo uso de imágenes dotadas de una gran fuerza
descriptiva, muestra pluralidad de aspectos del pensamiento de Platón: la
visión de la naturaleza humana, la teoría de las ideas, el doloroso proceso
mediante el cual los humanos llegamos al conocimiento, etc. Lleno de sublimes
metáforas y abierto a pluralidad de interpretaciones, es fuente permanente de
inspiración para los artistas y para los pensadores en general.
Que los mitos sean símbolos estándar para algunos
filósofos es una asimilación lógica y natural, como lo es, para el escritor, la
ficción como realidad de un mundo posible. Ni uno ni otro, sin embargo,
escriben para convencer al público, aunque muchos de ambos terminen
convenciendo al lector de que hay mucho de imaginación en la verdad, y algo de
verdad en la imaginación.
Así, el romántico Hegel expresa ese mundo en
conceptos, toma el mito para explicar que el pensamiento originario del hombre,
cuando la ciencia todavía no había nacido, fue el que impulsó la dinámica de
avanzar por la historia imponiendo un proceso de continuo autodesarrollo. ¿Como
aplica Hegel el mito de la
Lechuza de Minerva en nuestra historia? A través de la
dialéctica, que por sí misma constituye un método de pensamiento gobernado por
un determinismo, o destino, signado por Dios.
El método dialéctico se basa en que el movimiento,
proceso o progreso, es el resultado del conflicto entre opuestos. De forma
tradicional, esta dimensión del pensamiento hegeliano se ha analizado en
términos de tesis, antítesis y síntesis. La tesis puede ser una idea o un
movimiento histórico. Tal idea o movimiento presenta carencias que dan lugar a
una oposición o antítesis, que genera una conflictividad interna. Como
resultado de este conflicto aparece un tercer punto de vista, una síntesis que
supera el conflicto conciliando en un plano superior la verdad contenida en la
tesis y la antítesis. Esta síntesis se convierte en una nueva tesis que genera
otra antítesis, dando lugar a una nueva síntesis, conformándose así el proceso
de desarrollo intelectual o histórico trazado por los dioses.
El hombre, sin embargo, contra lo previsto por la deidad,
descree cada vez más de lo divino, adapta a su pensamiento una fe ciega en la
razón, separa la lógica de lo sagrado e intenta constituirse como el único ser
inteligente del universo. La divinidad, por su lado, ha determinado las causas
y efectos de la historia universal, y vela para que ese proyecto se desarrolle
en todos sus detalles, sin importar el protagonismo de héroes y malvados. Si
Napoleón no hubiera nacido, por ejemplo, la divinidad hubiera provisto un
reemplazante para realizar las mismas campañas militares. Si Hitler hubiera
muerto en el frente de la
Gran Guerra , antes de iniciar su proyecto devastador, otro de
su misma calaña, llamado Juan o Pedro, hubiera provocado el holocausto en la Segunda Guerra
Mundial.
De esta forma, las causas y efectos de la historia
forman parte del plan criminal trazado por los dioses, y la lechuza de Minerva
es la encargada de velar su cumplimiento.
1
Bastet, asqueado, habló por encima de sus hombros.
-Tiene vírgulas de grasa en la superficie- dijo,
rechazando el tarro con la bebida hasta el borde.
El custodio acababa de tirar la caja de zapatos
por la ventanilla y se disponía a desenvolver el segundo paquete de papel
grasiento.
- Si es tan delicado, mejor será que espere la
próxima parada. Por ahora es lo único que hay, si verdaderamente tiene sed,
haga de tripa corazón y bébalo sin remilgos.
-¿Es todo lo que tiene para ofrecerme?,
¿sándwiches de milanesas aceitosas como el papel que acaba de tirar?
El rostro del hombre enrojeció de vergüenza.
-Es todo lo que puedo ofrecer.
-Podríamos trasladarnos al vagón comedor,
sentarnos en una mesa y probar comida caliente.
-No puede ser. Este vagón está sellado,
desvinculado del resto del convoy.
-No le creo, voy a probar a abrir esa puerta.
-¡Quédese donde está!- gritó el guardia, tirándolo
violentamente del brazo.
La bebida se volcó del latón de durazno al
natural, empapando de líquido púrpura el traje de Bastet.
-¿Qué hace, infeliz? Me ha manchado el pantalón-
gritó Bastet, enceguecido de odio.
-¿Vio? Eso le pasa por desobediente. Hágame caso,
quédese quieto y no moleste más.
Bastet lo miró de soslayo mientras secaba la
prenda con un pañuelo.
-Podría conseguir algunas mantas- dijo después-,
los empleados del ferrocarril no se las
negarán.
El guardia, inmutable, siguió masticando la vianda
sin prestarle atención.
-¡Oiga!, ¿no siente el frío en sus huesos?
-Quédese quieto, no se mueva más, ¡por favor!-
respondió, desafiante, el militar.
-Hace más de quince horas partimos de La Capital. ¡Es un récord! Nos
hemos movido del asiento un par de veces, para ir al baño.
-Una hora más y llegamos a El Interior, allí podrá
descansar del trajín.
-¡Una hora más! ¡Qué consuelo! Mientras tanto,
sigo con el trasero entumecido por tanto golpeteo.
El guardia hizo una seña a su compañero sentado al
lado de la ventanilla, el otro integrante de la custodia.
-Usted dirá, Oficial- respondió el mastodonte.
-Hágame el favor, baje mi bolsón del equipaje-
ordenó- Saque el toallón y alcánceselo a nuestro acompañante.
-Algo es algo- dijo Bastet, tiritando en medio de
los dos gigantes.
Los efectivos se miraron, risueñamente confabulados.
Hasta ese momento habían viajado todo el tiempo mirando la oscuridad por
entremedio del vidrio vaporoso, en silencio, como si no les importaran las
contrariedades. Ahora se reían de las urgencias de Bastet. Mientras él sufría
las contingencias de la marcha haciendo malabares con las piernas, la cintura y
la espalda, aterido por el frío, el hambre y el silencio, sus compañeros de
viaje se comportaban como dos perfectos idiotas, impasibles ante los trastornos del viaje, y
apenas susceptibles a las necesidades básicas de cualquier ser normal; cuando
el frío comenzó a calarle los huesos, reconocieron no haber traído abrigo para
cubrirse del frío glacial que se colaba por las hendijas de las ventanillas, y
se negaron rotundamente a pedir mantas a los funcionarios del ferrocarril.
Además, lo trataban como a un niño desobediente, se habían pegado a sus hombros
sin permitirle moverse con libertad, sin despegarse de su lado, siguiendo sus
pasos a cada instante, hasta en sus corridas al excusado.
Sin dudas para él, los comisionados resultaban ser
del mismo palo del asiento, de quebracho puro.
-¿Come o no come el sándwich?- preguntó el guardia
de la ventanilla, lamiendo la saliva en la comisura de sus labios.
-Es suyo, si quiere- respondió el oficial, al
sentir la vacilación del subordinado. Luego se levantó para dirigirse al baño.
-¡Vamos, cómalo hombre!, no tenga vergüenza-
ordenó Bastet- Ya me saciaré cuando
lleguemos a la próxima parada.
-Ni sueñe con eso- dijo el guardia dando el primer
mordisco al emparedado- Mi jefe le estuvo mintiendo todo el camino. De este
vagón no sale nadie hasta llegar a El Interior.
-¡Cómo que no!. Yo también debo recibir mi porción
de alimento.
-¿De verdad tiene apetito?- respondió el custodio-
Tome entonces, cómase el suyo- ofreció, acercando el resto del sándwich a la
boca de Bastet.
-¡Déjese de joder!. No comeré esa bazofia, bajaré
del tren, quieran o no quieran ustedes.
-¡Es imposible, amigo, el vagón está sellado!
Convénzase de una vez por todas - le sugirió el uniformado- Deje de comportarse
como un estúpido.
Fue la primera vez que Bastet intentó rebelarse.
En el preciso instante en que el escolta le escupía en la cara restos del
alimento, lo tomó del brazo con fuerza para obligarlo a levantarse.
-¡Dígame, milico de mierda!, ¡ustedes me están tomando el pelo!- gritó, sintiendo
la furia subírsele a la cabeza.
Con unas ganas irrefrenables de golpearlo sin
piedad, movió el brazo derecho y lanzó una trompada al rostro del guardia.
-¡Vamos, amigo! ¡Quédese quieto!- ordenó el
custodio, esquivando el golpe.
Inmediatamente desenvainó la cachiporra de la
cintura y la estrelló contra la cabeza de Bastet.
El ruido sordo atrajo la mirada del resto de los
pasajeros. Bastet, desvanecido por el golpe, cayó de bruces a lo largo del
pasillo.
-¡Ustedes dos!- ordenó a los pasajeros más
próximos- levántenlo y siéntenlo aquí.´
Los hombres, unidos ambos por una cadena engrillada
a los pies, asieron a Bastet de los brazos
y lo trasladaron al lugar
indicado por el guardia.
2
Bastet despertó en su asiento dos horas después,
cuando el convoy atravesaba en cejo los arrabales de El Interior con rumbo
a la estación del ferrocarril.
El tren llegaría a destino quince minutos después.
Bastet, todavía adormecido por el golpe, permanecía somnoliento en medio de sus
guardianes. A cada movimiento brusco del tren, el garrote de su vecino lo
hincaba con fuerza en un costado del cuerpo.
- Esto no va a quedar así- dijo, dirigiendo una
mirada de odio al guardia que lo había lesionado con la cachiporra.
- Usted sabrá qué hacer. Cuando hable con Recalde
podrá elaborar una queja- dijo el otro escolta.
- ¡Claro que lo haré! Y no crea que lo desligaré
del asunto.
- No voy a
eludir mis responsabilidades- respondió el oficial, esbozando una sonrisa
sarcástica.
- Me han hecho pasar sed, hambre y frío, motivos
suficientes para elevar una queja por maltratos.
- Se olvida de algo. También hemos ejercido la
fuerza sobre su cuerpo.
- Si, me han tratado injustamente, como a un reo.
-Bueno-dijo el guardia- usted intentó rebelarse y
nosotros le mostramos sin rodeos cuál es el castigo para esos casos.
- ¿Pero, ha pensado aunque sea una vez en mi
condición y rango? Yo pertenezco al cuerpo jerárquico del Departamento de
Guerra y Seguridad. Los bastones de goma y las cachiporras son para los
convictos no para un abogado de la Organización.
- Usted no es militar. Cuando salimos de La Capital se le dio a
conocer las normas de convivencia dentro del convoy; usted intentó
quebrantarlas a todas. Eso merece un castigo ¿no?
- Mire, hemos viajado embutidos dentro de una lata
de sardinas, a cien kilómetros por hora y sin calefacción, en un clima tan frío
como el de un refrigerador. No dejé de tiritar en todo el viaje, acosado por el
clima gélido, el hambre y la sed, ¿y usted me habla de reglas?
- En eso basamos la vida los militares, en la
disciplina.
- ¿Me hace un favor, oficial?
- Lo que pueda.
- Váyase al diablo.
Bastet permaneció callado el resto del trayecto hacia
la Estación. Después
de un viaje tan incómodo llegaría muy cansado a ese Reducto Oficial de la Organización , con el
cuerpo molido y la mente herida. No obstante, aún debía hacer el último
trámite: elevar la queja por maltrato.
Embutido como un pescado en esa lata de conservas,
atornillado a la base de madera, entre
medio de sus compañeros de viaje, comenzó a redactar mentalmente una queja
formal a sus superiores. Si lo habían metido en ese recipiente congelado,
a manos de un par de insolentes milicos
subalternos, sin calefacción y en medio de una decena de pasajeros que parecían
reos peligrosos, tan abandonados y sucios como pueden estar aquellos en el
presidio, y sin un lugar donde servirse comida caliente, alguien debió tener la
mala intención de hacerle pasar un calvario.
Ese alguien, pensaba, sería uno de sus colegas,
alguno de los tantos que competían con él por el liderazgo de los Procesos.
Alguien con influencias, del Departamento Administrativo, conspirando junto a
algún miembro de la cúpula para confundir las directivas de sus Protectores.
Sabía muy bien cómo se justificarían después, alegando una equivocación en la
redacción de los formularios confeccionados por oficinistas sin luces, quienes
se encargan de transponer las órdenes dictadas por el jefe de la operación
valiéndose de borradores redactados por agentes intermedios. Una palabra
intencionalmente combinada dentro de la frase es suficiente para cambiar el
sentido del texto, tergiversar la esencia de la ordenanza y terminar por
envolver a cualquiera en una pesadilla.
Bastet pensaba también cómo acabaría el proceso.
Seguramente sus custodios mostrarían el documento con las órdenes impartidas y
justificarían por qué un funcionario de alto rango debió viajar en coche de
segunda, sufrir las injustas reprensiones de sus guardianes, las incomodidades
de un ambiente frío y maloliente, sed y hambre, y la desagradable compañía de
dos rufianes maleducados y una docena de sospechosos de Estafa Laboral.
A pesar de todo, Bastet sabía muy bien que no
habría posibilidad de desenmascarar al autor de sus pesadumbres. El trámite
inverso, la denuncia que pensaba imputar ni bien llegara a El Interior,
sufriría la misma confusión anterior. La querella estaría bien redactada, los
pormenores de la causa puntillosamente registrados, descritos y fundados como
corresponde, con el testimonio de los funcionarios del tren y algunos
pasajeros, la verdad irrefutable del
autor y la firma decorosa del nuevo jefe, el Dr. Recalde, quien no se
opondría a servirle de testaferro.
Desgraciadamente, el oficio no llegaría felizmente
a destino. El documento sufriría las mismas peripecias que cualquier otro
trámite burocrático del Sistema, pasaría de oficina en oficina, sería
trastocado en algunos términos o directamente cajoneado por algún funcionario
simpatizante del otro sector de la
Interna.
Ése era el verdadero problema de la Organización en la
actualidad, el enfrentamiento entre los miembros más destacados de
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